viernes, 11 de marzo de 2011

Viernes 17 de Junio de 2010

Cuando recuerdo aquellos días de cálidos paseos bajo el amanecer, con la arena acariciando mi piel y el agua bañando mi cuerpo. En aquellos años aún saboreaba la sal del mar, los dulces frutos de los árboles y el calor de un cuerpo sobre el mío, sentía la vida desarrollándose en mi interior…
Aquellos dulces y hermosos días fueron teñidos con el color de la muerte y la traición, la guerra llegó hasta nuestras tierras, sumiéndolas en el caos y la desesperación. Las mujeres eran violadas y asesinadas, los niños raptados para ser vendidos como esclavos, nuestras tierras y hogares quemados, nuestros guerreros caían bajo sus espadas aunque no sin llevarse algunas de las vidas de nuestros enemigos.
Ante mis ojos vi como mi hogar ardía en llamas, y mi esposo era atravesado por la espada de Vladimir, el líder de nuestros enemigos, ante los ojos de nuestro pequeño. Al contemplar la escena agarré a mi pequeño fuertemente entre mis brazos y huí para salvar nuestras vidas, los ojos de Vladimir nos observaban con una sonrisa mientras huíamos de su yugo.
Encontramos un pequeño campamento de refugiados de nuestro pueblo, en el habían algunos aliados y otros de tribus rivales pero ahora todos teníamos el mismo enemigo en común y todos juramos que limpiaríamos nuestra tierra de esas sucias alimañas.
Volví de nuevo a mi años infantiles, a aquellos juegos de espadas y guerreros pero ahora las espadas no eran de madera, si no de frio acero. Nosotros teníamos la ventaja de conocer la tierra, conocíamos cada camino oculto y cada cueva, y ese conocimiento del terreno era nuestra mayor ventaja.
Mi pequeño se criaba junto a otros niños bajo la atentan mirada de las matronas, nuestro campamento fue trasladado a un lugar más alejado y escondido en donde poder preparar nuestras estrategias y reunirnos los jefes de las distintas tribus. Sí, al morir mi esposo yo asumí el papel del liderazgo de nuestra tribu, pues era la esposa del jefe tribal y la madre del futuro, así como poseer los conocimientos de la magia de la tierra y de las estrellas.
Las escaramuzas empezaron, nuestros compatriotas emboscaban a las tropas enemigas, arrebatándoles sus productos primarios y causando las mayores bajas posibles. Nuestra fuerza armada empezaba a mermar a las tropas enemigas y poco a poco iban abandonando nuestra tierra, pero Vladimir no quería abandonarlas y preparó la mayor batalla que nuestros ojos iban a contemplar. Mi espada, junto a las de mis tropas ansiaban la sangre de nuestro enemigo, sus manos estaban manchadas con la sangre de mi esposo y ahora era mi ocasión de vengar su muerte con mis propias manos.
Al caer la noche la batalla comenzó, nuestras tropas caían con facilidad, la fuerza de nuestro enemigo era mayor de la esperada, su fuerza no parecía humana y algunos de los nuestros luyeron creyendo que eran demonios. Yo, junto a mis camaradas continuamos luchando, sin decaer el ánimo, mi espada y mi cuerpo estaban bañados con la sangre de mis enemigos, apenas sentía mi cuerpo debido a las heridas pero mi única idea era acabar con la vida de aquel desgraciado.
Bajo la brillante luz de la luna observé a mi presa y conseguí acercarme a él, me sonreía con picardía mientras permanecía sobre una pila de cadáveres de mis compatriotas, yo le devolvía la sonrisa acariciando el filo de mi espada, saboreando el momento de poder hundirlo en sus carnes. Me abalancé sobre él y antes de poder llegar, mi cuerpo se quedó inmóvil ante su presencia, era incapaz de moverme y él me miraba con su desagradable sonrisa. Poco a poco se acercaba a mí, mirándome y sonriendo, justo cuando lo tenía delante conseguí que mi cuerpo respondiera y logré que mi espada atravesara su carne. En ese momento sentí su sangre en mis manos y me sentí extasiada, pero entonces mire su rostro y vi una tétrica sonrisa adornada por dos largos y afilados colmillos. Realmente me encontraba ante un demonio, dejé mi espada atravesada en su cuerpo y caí de espaldas asustada ante aquella presencia. Vi como se extraía la espada sin problemas y su herida se cerraba inmediatamente; entonces se acercó a mí, riéndose, yo era incapaz de reaccionar, el miedo invadía mi cuerpo. En esos momentos lo vi sobre mi y sentí como sus labios rozaban los míos, sus manos recorrían mi cuerpo y era incapaz de resistirme… Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, era una mezcla de asco y placer, aquellas manos que habían asesinado a mi amado ahora recorrían mi cuerpo indefenso y su mirada… Su mirada atravesaba mi propia alma.
De pronto sentí como unos afilados colmillos desgarraban y atravesaban mi piel y como mi vida, mi alma, eran succionadas… Ante mi veía las imágenes de mis años de juventud, el nacimiento de mi pequeño y todos los buenos momentos que había vivido y en el mismo instante que todo se volvía negro, sentí que nunca más podría volver a ver a mi hijo, que su madre moría en ese mismo instante… Entonces la oscuridad llenó mi corazón y mi alma y ya no sentí nada…